En cada acto importante de
tu vida, planta un árbol
Carlos Kasuga, empresario mexicano
Amo Curridabat. Este es mi pueblo. Aquí nací y crecí. Aquí vive mi familia y aquí yace mi madre.
Me emociona ver que gracias al esfuerzo de muchas personas, el cantón es más habitable. Sin embargo, como dicen los japoneses, siempre se puede mejorar. Se pueden tener mejores aceras, ríos limpios, festivales culturales, electrificación subterránea y casas sin rejas.
¿Iluso? Sí, incurable. El hábito de soñar como un niño no se me
quita. Se puede transmitir la rica historia del pueblo de una manera viva. Sus
costumbres, sus “gentes y gentecillas”. Y muy especialmente, siempre se pueden
sembrar más árboles. Todo lo que he mencionado lo podemos empezar hoy. Sin
embargo requiere esfuerzos mayores y trabajo conjunto. El asunto de la reforestación es relativamente sencillo porque nuestros suelos son muy generosos. Con poquito
que les demos, nos recompensan con mucho. Una tarea de largo plazo, eso sí. Sin
embargo me estimula esta poderosa frase que leí, y que se le atribuye a Martin
Luther King: “Si yo supiera que el mundo se acaba mañana, todavía hoy,
plantaría un árbol”.
Nuestra
Municipalidad ha rehabilitado más de 95 parques en todo el cantón, nos cuenta
el alcalde Édgar Mora en este mismo periódico (abril 2015). En este irregular
invierno, yo me ofrezco a sembrar al menos un árbol en cada uno. Ya empecé,
junto a mi mejor amiga. Me ofrezco de voluntario para recorrer y reforestar los
cuatro distritos. Que cada calle sea un lugar de embeleso. Que provoque deseos
de pasar, estar y quedarse, salir a caminar, como en el bulevar de Rohrmoser.
Me ofrezco de
voluntario pero acepto ayuda. Bienvenidas las empresas privadas y estatales que
deseen seguir el liderazgo de Bioland y la fundación Árboles mágicos.
Estudiantes, amas de casa, niños, ancianos, tirios y troyanos: ¡unámonos!
Unámonos para
poblar jardines, los márgenes de los ríos y de la línea del tren de espavel,
quebracho, higuerón, roble de sabana, lorito, guayacán, cocobolo, carao, el
majestuoso cortez negro, o algún otro de la innumerable lista de árboles
nativos con los que la naturaleza nos ha premiado y bendecido. Más y más
árboles nos permitirán obtener más sombra, más frutos, más colores, más sueños,
más música, más aves, más ardillas, más solaz, más pasión, más felicidad, más
magia, más agua, más alegría, más vida y más poesía.
El Monitor, (periódico cantonal).
Octubre 2015
La República, viernes 25 agosto de 2017