Desafortunadamente,
el sexo sigue siendo un tema tabú en esta Costa Rica a las puertas del 2020, que por
poco retrocede a la Edad Media.
Sí, la
actividad sexual ha sido arrinconada y relegada al último lugar en la vida de
muchísimas parejas. Quizás de la mayoría. ¿A qué le damos más importancia hoy?
¿A trabajos comunales, a mejorar el ornato del barrio, a leer un buen libro, a
establecer un presupuesto familiar o a realizar actividad física?
Frío, frío.
Por lo general,
a otras actividades más burdas: el futbol nacional, las “tomatingas” (el
viernes de moda y el sabadito alegre). Hay “amigos” que solo se reúnen para
esos fines. También lo consumen la telenovela, el trabajo, las redes
antisociales y las series de Netflix. Un amigo, en un grupo de WhatsApp, nos
contaba que él calculaba que al menos 60% de su tiempo libre “se le iba” viendo
series de Netflix.
Otra persona
muy cercana me decía que “el sexo estaba sobrevalorado”.
Y sí, leyeron
bien, también mencioné el trabajo. Cuando alguien (no importa si es gerente o
chofer de bus) debe dedicarle 10 horas al día o más e incluso debe seguir los
fines de semana y termina exhausto, sin ganas de nada, deja de ser un acto
honroso y se convierte en una maldición.
Otros aspectos
que influyen son el tedio y la religión. Sin ánimo de generar polémica, es
absurdo que el banquete de la intimidad sea mal visto si no es con fines
reproductivos.
En Costa Rica,
la sexualidad es como un barco lleno de huecos, en medio océano. Rara vez se
habla “de eso”. Y cuando se habla, suele hacerse con exageración y morbo.
Señalando.
Lo cierto es
que somos una cultura muy reprimida sexualmente. Aquí ni siquiera la
arquitectura ayuda. En muchos casas ocurre un hecho muy curioso, que no debería
suceder ni en las viviendas de “interés social” y es que la pared no llega
hasta el techo, sino que termina como un metro antes. Ignoro la causa (y me
niego a aceptar que sea un asunto únicamente de costo). Las consecuencias son
obvias.
Otro tanto
podríamos decir de las camas. Cito al gran educador y sexólogo Mauro Fernández:
“el lecho matrimonial tiene dos funciones: la segunda es dormir”.
Es crucial
invertir en una buena cama y un buen colchón. Para eso trabaja 12 horas diarias
y fines de semana. Aquí hago una pausa para jugar de publicista: el lema de los
fabricantes de colchones no debería seguir siendo: “Duerma como un lirón”
(aunque también es una delicia) sino “Nuestro colchón es para el descanso y la
acción”.
Y ya que hablé
de Mauro Fernández, quiero sugerir a quienes han leído hasta aquí, que en el
presupuesto de la próxima quincena, dediquen unos colones a la compra de su
libro Manual de almohada. Adquiéranlo, en vez de gastar esa plata
en la cantina. Y de paso, dejamos de seguirnos “educando” con pornografía.
Cómprenlo, léanlo, subrayen, estúdienlo. Eso sí sería un verdadero “happy
hour”.
Otro consejo:
inviertan en ropa interior. Incluso si no tienen pareja. Les va a fortalecer la
autoestima como por arte de magia.
¿Los beneficios
del sexo? No me voy a detener en eso. Consulten en fuentes serias de Internet.
O, mejor aún, descúbranlo en la próxima noche lluviosa.
