jueves, 5 de octubre de 2023

Javier Milei huele a peligro

Hace casi 2 años adquirí el libro Economía en una lección, de Henry Hazlitt, publicado en 1946. Un clásico que recomiendo. Inspirador desde la semblanza del autor a cargo de Lew Rockwell Jr. Cuando me enteré de que tenía dos prólogos, el de la sétima edición escrito por el economista español Juan Ramón Rallo y el de la octava, por Javier Milei, me entusiasmé aún más.

Yo seguía a Milei desde unas pocas semanas antes. Realmente quería aprender Economía con sus libros. Pero me desilusionó lo que ocurrió después. Con el timo de “combatir el zurderío” de la región (esas son sus palabras), apoyó abiertamente a Bolsonaro en Brasil y viajó a Madrid, invitado por Santiago Abascal para participar como orador en un evento del partido Vox, al que también se sumaron (en videoconferencia) Giorgia Meloni, Donald Trump y Viktor Orbán.

No es ni la sombra del profesor que cuando era candidato a diputado daba clases multitudinarias de economía en los parques de su país y que desde hace varios meses ha venido haciendo todo mal. O casi todo, porque sí le reconozco que sigue oponiéndose al Estado y a los burócratas que se inventan leyes y requisitos que lo único que hacen es meterle zancadillas y dificultar la creación de riqueza a todas las escalas: desde quien abre un puesto de comidas hasta empresas consolidadas, donde se mueven los motores de la economía. También ha ejercido una lucha feroz contra los impuestos. En Argentina hay más de 170, que –acaso podía ser de otra manera– se despilfarran en clientelismo. Igual que aquí, no hay rendición de cuentas, ni se evalúa la calidad del gasto.

Es decir, Milei es “liberal” solo en lo económico. En todo lo demás es un conservador rancio de ultraderecha. Es un populista, como lo fue el coronel Hugo Chaves en la acera del frente. De lenguaje procaz y comportamiento impredecible. Repite el concepto de “batalla cultural”, al igual que otro conservador, Agustín Laje, quien es uno de sus consejeros. A todas luces, un desatino. Una contradicción de términos, como lo explica la politóloga Antonella Marty (también argentina): “La batalla es algo bélico y la cultura es un orden espontáneo. La batalla cultural no es una discusión de ideas, sino la intención de imponer una agenda moral y regular los modelos de vida de los demás”.

Cuesta mucho comunicar qué es y qué no es liberalismo, un concepto confuso y manipulado. En cada país y en cada cabeza significa algo distinto. Muchos que se profesan liberales, en lugar de explicar dichas ideas se descalifican mutuamente y echan bravatas para decidir quién tiene más liberalismo en sangre. Lo vi con mis propios ojos en las elecciones pasadas en nuestro país.

En mi caso, admito que me falta mucho camino por recorrer, escuchar podcasts, repasar conferencias en YouTube y leer libros. Hay uno del que desearía comprar una docena para repartir a gente que sé que no lo va a leer, porque solo lee lo que le reafirma sus creencias. Desafortunadamente no lo he visto aquí: Lo impensable. El curioso caso de los liberales mutando al fascismo (Benegas, 2018. Otro argentino).

Pero me estoy desviando: volvamos con Javier Milei. Tiene muchas probabilidades de ganar, incluso en primera ronda. Y digo que es un peligro porque es un lobo en piel de oveja (aunque él se autodenomina “el león”). Alejado de los principios del liberalismo y muy dado al berrinche, se promueve como “hombre fuerte” y se ha asociado con los políticos ya citados, de ultraderecha, de ideas nefastas como culpar a los extranjeros de todos los males.

Son los causantes de que en América latina nos limitemos a ver el péndulo político desplazarse entre izquierda y derecha, como si no existieran más opciones.

También repite como un disco rayado una definición de liberalismo que tomó prestada: “El liberalismo es el respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en la defensa del derecho a la vida, la libertad y la propiedad”. Totalmente inconsecuente, porque él sí agrede. Cuando habla del socialismo, no confronta ideas, sino que ataca a las personas con vocablos muy rastreros e innecesarios. Y si le responden con la tercera parte de la manera en la que él se expresa, se ofende y se hace la víctima.

Y no hemos hablado del culto a su personalidad (que incluye una película), los guantes de boxeo y la motosierra encendida que exhibe con el rostro desencajado en los encuentros con sus simpatizantes. Ese análisis se lo dejo a psicólogos y psiquiatras.

Argentina, que llegó a ser uno de los países más ricos del mundo a finales del siglo XIX tras aplicar las reformas de Juan Bautista Alberdi (el padre de la Constitución de 1853) es ahora una nación paupérrima.

Nunca he visitado ese país, y sin embargo me duele que del “granero del mundo” que fue ayer, hoy tenga 40% o más de la población en pobreza y con hambre, consecuencia del peronismo y kirchnerismo. Todas las cifras macroeconómicas son de terror. Y ¿saben qué es lo peor? Que todavía es posible más corrupción de la que dejó Cristina y más decadencia de la que dejará Alberto. Es más, muy a mi pesar la auguro, indistintamente de si gana Milei, Bullrich o Massa. Provoca llorar por Argentina.

La Nación, 2 de octubre de 2023