El
término le pertenece al autor y orador estadounidense Jim Rohn (1930-2009) y
hace referencia a quienes permitían que sus hijos gastaran la totalidad del
dinero que recibían: “Es solo un niño, es solo un dólar…” y cómo ese
comportamiento iba a impactar en su vida de adulto.
Quiero ahondar en ello con tres ejemplos criollos.
El protagonista del primero es Lionel Messi. En uno
de los miles de memes generados durante el mundial de Rusia,
aparece con el uniforme del Barcelona, donde ha ganado todo, y al pie de la
foto se lee “Empresa privada”. Al lado, otra imagen con el uniforme de
Argentina y dice “Empleado del Gobierno”. Como chiste, está simpático. Como
meme, es un mito peligrosísimo que no podemos tomar a la ligera. Ya es hora de
acabar con esa extraña asociación que maneja el vulgo.
Todos sabemos que hay funcionarios del sector
público que son vagos y mediocres, pues tienen el puesto asegurado sin importar
su desempeño. Sin embargo (entendámoslo de una vez) la empresa privada no
siempre es un “reloj suizo”. A menudo, está muy lejos de ser un dechado de
eficiencia. Muchos de sus empleados llegan al trabajo y dedican una parte
considerable de la jornada a hacer que hacen: se pintan las uñas, hablan de
futbol y pasan pendientes de su teléfono. Así, hasta el día de pago.
Del
mismo modo, hay muchísimos trabajadores (en ambos sectores) que son
competentes, aprovechan el tiempo y se merecen cada colón que devengan y hasta
más.
El segundo caso está en Cuesta de Moras (aunque tal
vez el nombre más apto sea cuesta demoras). Ahí también hay muchísimos
funcionarios vagos y mediocres. Diputados y asesores. No todos, por supuesto
porque el peor error es generalizar. Pero sí hay más de un pegabanderas que
sabe que el puesto le queda muy grande y no se lo merece. Como señalaba don
Julio Rodríguez, aceptar un cargo para el que no estamos capacitados es el
primer acto de corrupción.
¿En dónde fallamos los que estamos fuera de ese
mundillo? En no instruirnos, en opinar con la seguridad que da la ignorancia.
El error masivo de criterio aquí es considerar que legislar es como hacer
pantalones, con lo cual, una Asamblea en cuyo periodo se aprueban 12 leyes es
el doble de buena y productiva que una que apruebe 6. Y no funciona así. Más
cantidad no necesariamente es más calidad. Un informe de 40
páginas puede ser más completo que uno de 60. Esto es válido
para un currículum vitae, una tesis o un discurso.
Tercer y último caso: creer que nuestra educación
mejoraría con más recursos. Y por mandato constitucional se le debe asignar el
6% del producto interno bruto. Grave error: lo que necesitamos son más profesores
y estudiantes con amor propio, como los del quinto párrafo.
Es más, en época de déficit fiscal, si es cierto
que como dicen nuestros expresidentes, todos debemos sacrificarnos, convendría
reducir dicho gasto por uno o dos años. O tres. ¿En cuánto? Yo no sé. Es tarea
para los economistas. Y si eso que acabo de proponer es un sacrilegio para
algunos, no se preocupen, tengo otro y va de la mano: ¿qué tal si empezamos a
evaluar la calidad del gasto público?

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