lunes, 18 de octubre de 2021

Recordando a doña Niní

 

“Nada tengo en contra de las Ciencias Económicas. Ni de los economistas como personas. Pero considero inaceptables para el pueblo, las medidas que proponen para atacar los males que nos aquejan. 

Si los millones de la deuda de Recope, que son una bofetada para la ciudadanía; el faltante de la Caja de Seguro Social, del ICE y de Acueductos y Alcantarillados, se van a solventar con subir más el precio de los combustibles, las cuotas de la Caja, la electricidad, los teléfonos y el agua, así hasta yo soluciono los problemas deficitarios del sector público. De la manera más fácil. Mas si se aceptara esto, los malos manejos de las instituciones, el derroche y los abusos quedarían avalados; ya que en adelante, sería siempre el ciudadano común y corriente el que pague lo que deben”.

Lo que usted acaba de leer son los dos primeros párrafos de un artículo publicado el 28 de mayo de 1982 en este periódico. Titulado “Así, hasta yo” es un clásico del periodismo de opinión de este país. Su autora es Niní Chinchilla Orozco. Para las personas de 50 años o más, sus apellidos se pueden omitir.

Doña Niní fue profesora del curso “Historia de las instituciones” en la UCR y diputada por el Partido Liberación Nacional para el cuatrienio 1978-1982. Fue docente y decente, pues como señala Rocío Fernández (2001) “renunció a la curul en defensa a principios inclaudicables”.

En el pasado, muchos diputados llegaban a la Asamblea Legislativa y sobresalían por la elocuencia de sus discursos. Hoy ya ni eso. Muchos no son capaces de expresarse adecuadamente. Son solo disparates.

Algunos iban a calentar la silla. Eso sí se mantiene, pues ni les conocemos la voz. Llegaron a legislar en beneficio propio y a servirse con una cuchara grande, pues no son capaces de trabajar desde su casa como sí lo hacen miles de personas por las exigencias actuales. Tampoco están dispuestos a renunciar a los 500 litros de combustible al mes, que son de “uso discrecional” a pesar de percibir ingresos por casi ¢4 millones. (Los ingresos de los diputados se denominan “dietas” y se los ganan automáticamente, trabajen o no).

O se separan de sus partidos, pero no dejan el cargo, a pesar de haber firmado un proyecto de ley que así lo establece.

Hoy es más probable encontrarse dragones que diputados con la prestancia de antaño.

Al igual que doña Niní, yo tampoco tengo nada contra los economistas. Es una profesión útil, aunque muy teórica. Y es inaudito que la Aresep, con sus jugosos salarios propios de un emirato árabe, se dedique a aprobar cada aumento de precio que le solicitan con unos modelos tarifarios arcanos e insondables como el ranking de FIFA.

Nuestra “refinadora” cumple una excelente labor… como caja chica del Estado. Tiene más de 10 años sin refinar ni una gota de petróleo. Y qué decir de AyA y su desorden con los montos y con sus estados financieros. ¿Sabía usted que en abril de este año tuvo una pérdida neta de ¢1.534.494.781? De ese monto, casi la mitad corresponde a “consultorías”. [i]

Que hay pandemia, bueno sí, y ¿qué? Costa Rica no podría quedarse al margen de esa nefasta tendencia de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas.

Protesto porque muchas instituciones públicas o semiautónomas (un concepto que nunca he entendido) son mantenidas con vida artificialmente. Su razón de ser, si alguna vez la tuvieron, se esfumó.

Podríamos amanecer dando ejemplos, desde luego. Me limitaré a tres más: 1- Japdeva (que ha recibido ¢65.000 millones en los últimos años, afirma la diputada María Inés Solís. Y quieren ¢6.000 millones más). 2- Las pensiones de lujo. Pagamos las pensiones de lujo de 9.600 personas (0,2% de la población), que consumen el 11,5% del presupuesto nacional, según cifras de uno de los 27 candidatos a la presidencia.

Por último, el Poder Judicial. La “justicia pronta y cumplida” no es más que letra muerta en nuestra Constitución Política. Otra farsa que nos cuesta millones.

Todos estos ejemplos me recuerdan al Guasón (interpretado por Jack Nicholson) tirando billetes en el desfile del 200° aniversario de Ciudad Gótica.

Tal vez todo esto es “arar en el mar”. O tal vez despertemos y dejemos de ser el pueblo domesticado al que hacía alusión don Pepe. Sería maravilloso. Tengo la fe de que así será. Depende de nosotros.

En 40 años lo sabremos. Ojalá antes. Allá nos vemos.

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