jueves, 5 de octubre de 2023

Javier Milei huele a peligro

Hace casi 2 años adquirí el libro Economía en una lección, de Henry Hazlitt, publicado en 1946. Un clásico que recomiendo. Inspirador desde la semblanza del autor a cargo de Lew Rockwell Jr. Cuando me enteré de que tenía dos prólogos, el de la sétima edición escrito por el economista español Juan Ramón Rallo y el de la octava, por Javier Milei, me entusiasmé aún más.

Yo seguía a Milei desde unas pocas semanas antes. Realmente quería aprender Economía con sus libros. Pero me desilusionó lo que ocurrió después. Con el timo de “combatir el zurderío” de la región (esas son sus palabras), apoyó abiertamente a Bolsonaro en Brasil y viajó a Madrid, invitado por Santiago Abascal para participar como orador en un evento del partido Vox, al que también se sumaron (en videoconferencia) Giorgia Meloni, Donald Trump y Viktor Orbán.

No es ni la sombra del profesor que cuando era candidato a diputado daba clases multitudinarias de economía en los parques de su país y que desde hace varios meses ha venido haciendo todo mal. O casi todo, porque sí le reconozco que sigue oponiéndose al Estado y a los burócratas que se inventan leyes y requisitos que lo único que hacen es meterle zancadillas y dificultar la creación de riqueza a todas las escalas: desde quien abre un puesto de comidas hasta empresas consolidadas, donde se mueven los motores de la economía. También ha ejercido una lucha feroz contra los impuestos. En Argentina hay más de 170, que –acaso podía ser de otra manera– se despilfarran en clientelismo. Igual que aquí, no hay rendición de cuentas, ni se evalúa la calidad del gasto.

Es decir, Milei es “liberal” solo en lo económico. En todo lo demás es un conservador rancio de ultraderecha. Es un populista, como lo fue el coronel Hugo Chaves en la acera del frente. De lenguaje procaz y comportamiento impredecible. Repite el concepto de “batalla cultural”, al igual que otro conservador, Agustín Laje, quien es uno de sus consejeros. A todas luces, un desatino. Una contradicción de términos, como lo explica la politóloga Antonella Marty (también argentina): “La batalla es algo bélico y la cultura es un orden espontáneo. La batalla cultural no es una discusión de ideas, sino la intención de imponer una agenda moral y regular los modelos de vida de los demás”.

Cuesta mucho comunicar qué es y qué no es liberalismo, un concepto confuso y manipulado. En cada país y en cada cabeza significa algo distinto. Muchos que se profesan liberales, en lugar de explicar dichas ideas se descalifican mutuamente y echan bravatas para decidir quién tiene más liberalismo en sangre. Lo vi con mis propios ojos en las elecciones pasadas en nuestro país.

En mi caso, admito que me falta mucho camino por recorrer, escuchar podcasts, repasar conferencias en YouTube y leer libros. Hay uno del que desearía comprar una docena para repartir a gente que sé que no lo va a leer, porque solo lee lo que le reafirma sus creencias. Desafortunadamente no lo he visto aquí: Lo impensable. El curioso caso de los liberales mutando al fascismo (Benegas, 2018. Otro argentino).

Pero me estoy desviando: volvamos con Javier Milei. Tiene muchas probabilidades de ganar, incluso en primera ronda. Y digo que es un peligro porque es un lobo en piel de oveja (aunque él se autodenomina “el león”). Alejado de los principios del liberalismo y muy dado al berrinche, se promueve como “hombre fuerte” y se ha asociado con los políticos ya citados, de ultraderecha, de ideas nefastas como culpar a los extranjeros de todos los males.

Son los causantes de que en América latina nos limitemos a ver el péndulo político desplazarse entre izquierda y derecha, como si no existieran más opciones.

También repite como un disco rayado una definición de liberalismo que tomó prestada: “El liberalismo es el respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en la defensa del derecho a la vida, la libertad y la propiedad”. Totalmente inconsecuente, porque él sí agrede. Cuando habla del socialismo, no confronta ideas, sino que ataca a las personas con vocablos muy rastreros e innecesarios. Y si le responden con la tercera parte de la manera en la que él se expresa, se ofende y se hace la víctima.

Y no hemos hablado del culto a su personalidad (que incluye una película), los guantes de boxeo y la motosierra encendida que exhibe con el rostro desencajado en los encuentros con sus simpatizantes. Ese análisis se lo dejo a psicólogos y psiquiatras.

Argentina, que llegó a ser uno de los países más ricos del mundo a finales del siglo XIX tras aplicar las reformas de Juan Bautista Alberdi (el padre de la Constitución de 1853) es ahora una nación paupérrima.

Nunca he visitado ese país, y sin embargo me duele que del “granero del mundo” que fue ayer, hoy tenga 40% o más de la población en pobreza y con hambre, consecuencia del peronismo y kirchnerismo. Todas las cifras macroeconómicas son de terror. Y ¿saben qué es lo peor? Que todavía es posible más corrupción de la que dejó Cristina y más decadencia de la que dejará Alberto. Es más, muy a mi pesar la auguro, indistintamente de si gana Milei, Bullrich o Massa. Provoca llorar por Argentina.

La Nación, 2 de octubre de 2023

lunes, 18 de octubre de 2021

Recordando a doña Niní

 

“Nada tengo en contra de las Ciencias Económicas. Ni de los economistas como personas. Pero considero inaceptables para el pueblo, las medidas que proponen para atacar los males que nos aquejan. 

Si los millones de la deuda de Recope, que son una bofetada para la ciudadanía; el faltante de la Caja de Seguro Social, del ICE y de Acueductos y Alcantarillados, se van a solventar con subir más el precio de los combustibles, las cuotas de la Caja, la electricidad, los teléfonos y el agua, así hasta yo soluciono los problemas deficitarios del sector público. De la manera más fácil. Mas si se aceptara esto, los malos manejos de las instituciones, el derroche y los abusos quedarían avalados; ya que en adelante, sería siempre el ciudadano común y corriente el que pague lo que deben”.

Lo que usted acaba de leer son los dos primeros párrafos de un artículo publicado el 28 de mayo de 1982 en este periódico. Titulado “Así, hasta yo” es un clásico del periodismo de opinión de este país. Su autora es Niní Chinchilla Orozco. Para las personas de 50 años o más, sus apellidos se pueden omitir.

Doña Niní fue profesora del curso “Historia de las instituciones” en la UCR y diputada por el Partido Liberación Nacional para el cuatrienio 1978-1982. Fue docente y decente, pues como señala Rocío Fernández (2001) “renunció a la curul en defensa a principios inclaudicables”.

En el pasado, muchos diputados llegaban a la Asamblea Legislativa y sobresalían por la elocuencia de sus discursos. Hoy ya ni eso. Muchos no son capaces de expresarse adecuadamente. Son solo disparates.

Algunos iban a calentar la silla. Eso sí se mantiene, pues ni les conocemos la voz. Llegaron a legislar en beneficio propio y a servirse con una cuchara grande, pues no son capaces de trabajar desde su casa como sí lo hacen miles de personas por las exigencias actuales. Tampoco están dispuestos a renunciar a los 500 litros de combustible al mes, que son de “uso discrecional” a pesar de percibir ingresos por casi ¢4 millones. (Los ingresos de los diputados se denominan “dietas” y se los ganan automáticamente, trabajen o no).

O se separan de sus partidos, pero no dejan el cargo, a pesar de haber firmado un proyecto de ley que así lo establece.

Hoy es más probable encontrarse dragones que diputados con la prestancia de antaño.

Al igual que doña Niní, yo tampoco tengo nada contra los economistas. Es una profesión útil, aunque muy teórica. Y es inaudito que la Aresep, con sus jugosos salarios propios de un emirato árabe, se dedique a aprobar cada aumento de precio que le solicitan con unos modelos tarifarios arcanos e insondables como el ranking de FIFA.

Nuestra “refinadora” cumple una excelente labor… como caja chica del Estado. Tiene más de 10 años sin refinar ni una gota de petróleo. Y qué decir de AyA y su desorden con los montos y con sus estados financieros. ¿Sabía usted que en abril de este año tuvo una pérdida neta de ¢1.534.494.781? De ese monto, casi la mitad corresponde a “consultorías”. [i]

Que hay pandemia, bueno sí, y ¿qué? Costa Rica no podría quedarse al margen de esa nefasta tendencia de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas.

Protesto porque muchas instituciones públicas o semiautónomas (un concepto que nunca he entendido) son mantenidas con vida artificialmente. Su razón de ser, si alguna vez la tuvieron, se esfumó.

Podríamos amanecer dando ejemplos, desde luego. Me limitaré a tres más: 1- Japdeva (que ha recibido ¢65.000 millones en los últimos años, afirma la diputada María Inés Solís. Y quieren ¢6.000 millones más). 2- Las pensiones de lujo. Pagamos las pensiones de lujo de 9.600 personas (0,2% de la población), que consumen el 11,5% del presupuesto nacional, según cifras de uno de los 27 candidatos a la presidencia.

Por último, el Poder Judicial. La “justicia pronta y cumplida” no es más que letra muerta en nuestra Constitución Política. Otra farsa que nos cuesta millones.

Todos estos ejemplos me recuerdan al Guasón (interpretado por Jack Nicholson) tirando billetes en el desfile del 200° aniversario de Ciudad Gótica.

Tal vez todo esto es “arar en el mar”. O tal vez despertemos y dejemos de ser el pueblo domesticado al que hacía alusión don Pepe. Sería maravilloso. Tengo la fe de que así será. Depende de nosotros.

En 40 años lo sabremos. Ojalá antes. Allá nos vemos.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Más sexo, menos Netflix


 

Desafortunadamente, el sexo sigue siendo un tema tabú en esta Costa Rica a las puertas del 2020, que por poco retrocede a la Edad Media.

Sí, la actividad sexual ha sido arrinconada y relegada al último lugar en la vida de muchísimas parejas. Quizás de la mayoría. ¿A qué le damos más importancia hoy? ¿A trabajos comunales, a mejorar el ornato del barrio, a leer un buen libro, a establecer un presupuesto familiar o a realizar actividad física?

Frío, frío.

Por lo general, a otras actividades más burdas: el futbol nacional, las “tomatingas” (el viernes de moda y el sabadito alegre). Hay “amigos” que solo se reúnen para esos fines. También lo consumen la telenovela, el trabajo, las redes antisociales y las series de Netflix. Un amigo, en un grupo de WhatsApp, nos contaba que él calculaba que al menos 60% de su tiempo libre “se le iba” viendo series de Netflix.

Otra persona muy cercana me decía que “el sexo estaba sobrevalorado”.

Y sí, leyeron bien, también mencioné el trabajo. Cuando alguien (no importa si es gerente o chofer de bus) debe dedicarle 10 horas al día o más e incluso debe seguir los fines de semana y termina exhausto, sin ganas de nada, deja de ser un acto honroso y se convierte en una maldición.

Otros aspectos que influyen son el tedio y la religión. Sin ánimo de generar polémica, es absurdo que el banquete de la intimidad sea mal visto si no es con fines reproductivos.

En Costa Rica, la sexualidad es como un barco lleno de huecos, en medio océano. Rara vez se habla “de eso”. Y cuando se habla, suele hacerse con exageración y morbo. Señalando.

Lo cierto es que somos una cultura muy reprimida sexualmente. Aquí ni siquiera la arquitectura ayuda. En muchos casas ocurre un hecho muy curioso, que no debería suceder ni en las viviendas de “interés social” y es que la pared no llega hasta el techo, sino que termina como un metro antes. Ignoro la causa (y me niego a aceptar que sea un asunto únicamente de costo). Las consecuencias son obvias.

Otro tanto podríamos decir de las camas. Cito al gran educador y sexólogo Mauro Fernández: “el lecho matrimonial tiene dos funciones: la segunda es dormir”.

Es crucial invertir en una buena cama y un buen colchón. Para eso trabaja 12 horas diarias y fines de semana. Aquí hago una pausa para jugar de publicista: el lema de los fabricantes de colchones no debería seguir siendo: “Duerma como un lirón” (aunque también es una delicia) sino “Nuestro colchón es para el descanso y la acción”.

Y ya que hablé de Mauro Fernández, quiero sugerir a quienes han leído hasta aquí, que en el presupuesto de la próxima quincena, dediquen unos colones a la compra de su libro Manual de almohada. Adquiéranlo, en vez de gastar esa plata en la cantina. Y de paso, dejamos de seguirnos “educando” con pornografía. Cómprenlo, léanlo, subrayen, estúdienlo. Eso sí sería un verdadero “happy hour”.

Otro consejo: inviertan en ropa interior. Incluso si no tienen pareja. Les va a fortalecer la autoestima como por arte de magia.

¿Los beneficios del sexo? No me voy a detener en eso. Consulten en fuentes serias de Internet. O, mejor aún, descúbranlo en la próxima noche lluviosa.

miércoles, 31 de julio de 2019

¿Qué nos pasó?


Los costarricenses tenemos muchas cosas buenas. Muchísimas. Sin embargo, en los últimos cien años, el buen gusto ha dejado de ser una de esas cualidades. Para sustentar mi afirmación, ofrezco 6 ejemplos.
El Gran Hotel Costa Rica: aun cuando el autor de estas líneas no es muy versado en estilos arquitectónicos, sí sabe distinguir lo estéticamente agradable. Y dicho hotel perdió después de esa remodelación millonaria.

La casa de los Leones, que quedaba en el Paseo Colón, frente al hospital San Juan de Dios. Primero fue la casa del doctor Eduardo Pinto, luego fue sede del Liceo Franco-Costarricense y actualmente, locales comerciales.
El teatro Variedades: en calle 5, entre avenidas central y 1 (en los mapas de Google aparece como “cine Antiguo”). Inaugurado en 1892. Lleva varios años cerrado. Se conserva la fachada. Por dentro, solo Dios y un grupito muy reducido de personas relacionadas con la conservación de nuestro patrimonio saben cómo está. Conociendo a mi gente, el día menos pensado, nos lo vamos a encontrar lleno de tractores (sin violines).
Media cuadra al norte, vamos a llegar a la antigua biblioteca Nacional. Desde 1971 es un parqueo y un crimen de lesa urbanidad.
Busquen las fotos de Manuel Gómez Miralles en Internet y se darán cuenta de por qué decidí escribir este artículo.
El teatro Apolo, es el único de mi lista fuera de San José. Se ubicaba en la esquina de calle 2 y avenida central de Cartago. Fundado en 1914, ahí se presentaron artistas de clase mundial: Libertad Lamarque, Julio Jaramillo, nuestro tenor Melico Salazar y Agustín Barrios Mangoré.

Fuente: https://caminantedelsur.com/2017/02/06/teatro-apolo-de-cartago-por-adricin-alarcon/

Y para rematar, el mamarracho de Cuesta de Moras, un cementazo de 21 pisos, del cual ni siquiera el encargado sabe cuánto va a costar. O mejor dicho, cuánto nos va a costar.
“Nos atuguriamos”, al decir de don Guido Sáenz, exministro de Cultura.
Y por favor, olvídense del argumento de que “es porque somos un país pobre”. Desigual, sí y dolorosamente cada vez más. Pero pobre, no. Nunca. Eso es una falacia. Pobres eran nuestros bisabuelos en el siglo XIX. Labriegos, sencillos, y en su mayoría, descalzos. Y así lograron darnos el Teatro Nacional.
Bueno, está bien. Digamos que sí, que somos un “país pobre”. Por un momento vamos a comprar ese discurso. En cuyo caso, con más razón, lo que debimos hacer era copiar el diseño del Parlamento de Austria. No, mentira, el ejemplo de Austria no sirve porque es un país rico y nosotros, uno pobre. Entonces hubiéramos copiado el de Hungría, para complacer a los que deseen seguir con esa cantaleta. Lástima que no lo hicimos, tendríamos una réplica del majestuoso Parlamento en Budapest, a orillas del río Danubio.
Grabémonos una cosa: nuestra pobreza no es material, sino mental.
Tenemos mal gusto, y como si eso fuera poco, nos contagiamos además de un mal más grave: la indiferencia. Cambiamos elegancia por parqueos y negocios chimoltrufia. O para concluir con palabras más refinadas, tomo prestadas las de don Arnoldo Mora, filósofo y. al igual que Sáenz, exministro de Cultura. Aunque fue en otro contexto (y acerca de una persona de cuyo nombre no quiero acordarme) se presta para cerrar este pesaroso escrito: [Costa Rica] “recibió herencias y entregó hipotecas”.

jueves, 30 de agosto de 2018

Errores masivos de criterio


El término le pertenece al autor y orador estadounidense Jim Rohn (1930-2009) y hace referencia a quienes permitían que sus hijos gastaran la totalidad del dinero que recibían: “Es solo un niño, es solo un dólar…” y cómo ese comportamiento iba a impactar en su vida de adulto.

Quiero ahondar en ello con tres ejemplos criollos.

El protagonista del primero es Lionel Messi. En uno de los miles de memes generados durante el mundial de Rusia, aparece con el uniforme del Barcelona, donde ha ganado todo, y al pie de la foto se lee “Empresa privada”. Al lado, otra imagen con el uniforme de Argentina y dice “Empleado del Gobierno”. Como chiste, está simpático. Como meme, es un mito peligrosísimo que no podemos tomar a la ligera. Ya es hora de acabar con esa extraña asociación que maneja el vulgo.





Todos sabemos que hay funcionarios del sector público que son vagos y mediocres, pues tienen el puesto asegurado sin importar su desempeño. Sin embargo (entendámoslo de una vez) la empresa privada no siempre es un “reloj suizo”. A menudo, está muy lejos de ser un dechado de eficiencia. Muchos de sus empleados llegan al trabajo y dedican una parte considerable de la jornada a hacer que hacen: se pintan las uñas, hablan de futbol y pasan pendientes de su teléfono. Así, hasta el día de pago.

Del mismo modo, hay muchísimos trabajadores (en ambos sectores) que son competentes, aprovechan el tiempo y se merecen cada colón que devengan y hasta más.

El segundo caso está en Cuesta de Moras (aunque tal vez el nombre más apto sea cuesta demoras). Ahí también hay muchísimos funcionarios vagos y mediocres. Diputados y asesores. No todos, por supuesto porque el peor error es generalizar. Pero sí hay más de un pegabanderas que sabe que el puesto le queda muy grande y no se lo merece. Como señalaba don Julio Rodríguez, aceptar un cargo para el que no estamos capacitados es el primer acto de corrupción.

¿En dónde fallamos los que estamos fuera de ese mundillo? En no instruirnos, en opinar con la seguridad que da la ignorancia. El error masivo de criterio aquí es considerar que legislar es como hacer pantalones, con lo cual, una Asamblea en cuyo periodo se aprueban 12 leyes es el doble de buena y productiva que una que apruebe 6. Y no funciona así. Más cantidad no necesariamente es más calidad. Un informe de 40 páginas puede ser más completo que uno de 60. Esto es válido para un currículum vitae, una tesis o un discurso.

Tercer y último caso: creer que nuestra educación mejoraría con más recursos. Y por mandato constitucional se le debe asignar el 6% del producto interno bruto. Grave error: lo que necesitamos son más profesores y estudiantes con amor propio, como los del quinto párrafo.

Es más, en época de déficit fiscal, si es cierto que como dicen nuestros expresidentes, todos debemos sacrificarnos, convendría reducir dicho gasto por uno o dos años. O tres. ¿En cuánto? Yo no sé. Es tarea para los economistas. Y si eso que acabo de proponer es un sacrilegio para algunos, no se preocupen, tengo otro y va de la mano: ¿qué tal si empezamos a evaluar la calidad del gasto público?

martes, 27 de marzo de 2018

¿De dónde salió tanta chusma?






Siempre he procurado expresarme usando un lenguaje positivo. Me habría encantado escribir un artículo como el de “Tener clase” de Manuel Vicent.

Lo intenté pero no pude.

Y desde hace varios meses tengo estas palabras atravesadas.

Para empezar, recordemos que todo lo que hoy disfrutamos como país -y que no es poco- se lo debemos a nuestros abuelos y bisabuelos. Hombres y mujeres valientes, de enorme coraje, que supieron poner a la patria primero.

Algunas de esas herencias las hemos sabido conservar. Aunque también, muy a mi pesar, sobran ejemplos de lo contrario: en muchos aspectos nos hemos llenado de pobreza, no tanto material, sino mental y espiritual (que no tiene nada que ver con religión).

Basta con mirar fotos y escuchar discursos de generaciones pasadas para comprobar que hemos perdido garbo.

En la década de 1980 había una sección de un programa de nuestra televisión que se llamaba “El club de los mentirosos”. Consistía en que se presentaba un objeto cualquiera y cuatro panelistas decían para qué servía. De esas cuatro personas, solo una decía la verdad y el participante debía adivinar quién era.

Ello dejó de ser un entretenido concurso para volverse parte de nuestra vida cotidiana. En mi criterio, agarró fuerza a partir del 2007, con el referendo por el TLC. De parte de ambos grupos se inventaron historias que rozaban lo absurdo.

Estas elecciones han sido el purgante, pero como lo detallo posteriormente, hoy el irrespeto y el descrédito se han vuelto monedas de uso corriente.

¿Cómo hacemos para que los candidatos a la presidencia entiendan que están ahí solamente por un hecho fortuito? No son dioses del Olimpo ni han sido ungidos por nada ni nadie. El que resulte electo será, como lo establece el artículo 11 de nuestra Constitución Política: “simple depositario de la autoridad, obligado a cumplir los deberes que la ley impone y no puede arrogarse facultades no concedidas en ella (…)”

Ocupará, igual que los diputados, un cargo de responsabilidades y requisitos inversamente proporcionales.

De todo esto me preocupan básicamente dos cosas: la actitud arrogante de los candidatos y el desprecio hacia los demás: de un lado, “alguien que ha sido derrotado tres veces” y del otro, “a las mujeres en vestido de danza no se les ve lo más importante”.

El segundo aspecto, que es en el que me quiero enfocar, es la malacrianza y la ordinariez de muchas personas contra los candidatos contrarios y entre nosotros mismos, “compañeros de país” como acertadamente lo menciona Hernán Jiménez, a lo que yo agrego: compañeros de un viaje extremadamente corto.

Antes de la primera ronda era todos contra todos. Ahora, por razones obvias, se redujo a los Alvarado. Tirios y troyanos en ambos bandos con acciones y palabras casi fundamentalistas.

Una cosa es la chota, burla ingeniosa y otra es lo que hemos visto en los últimos lustros, donde nadie puede tener gustos diferentes porque sale ferozmente atacado, en muchos casos, por gente cercana. La política -repito- fue el detonante. Podemos citar cualquier otro asunto, el que ustedes quieran: música, libros, películas, deportes, historia, mascotas, nubes o líquenes.

En un mundo ideal, celebraríamos esas diferencias. Ahora desearía que al menos fuéramos capaces de ignorarlas y seguir nuestro camino. Cada día nos cuesta más.

Con la unión de la política y las redes antisociales tenemos lo peor de los dos mundos. Estoy harto, al igual que ustedes, de esta campaña en la que hemos visto amistades -tal vez de bastantes años- deterioradas o rotas, familias divididas y miles de personas resentidas por tantos golpes bajos.

A unos cuantos seguidores de Fabricio, que probablemente se saben la Biblia de memoria, se les olvidó el amor al prójimo y la regla de oro.

Del mismo modo, a más de un simpatizante de Carlos (por ende, del PAC y su alter ego, la “Coalición por Costa Rica”) tampoco parecen importarle mayor cosa las normas básicas de convivencia y se ha dejado decir cada verso que solo recordarlo da pena ajena.

Termino diciendo que, como votante indeciso me duele ver a mi país cada día con más daños consecuencia de esta avalancha de sinvergüenzas, violencia, insultos sin tregua y gestos tan innecesarios. Cada día, Costa Rica amanece más hundida, saqueada y prostituida.

De todo esto me surgen algunas preguntas: ¿Qué pasó con la cortesía que nos caracterizaba? ¿Con el “pura vida” genuino? Y la que me resulta más dolorosa: ¿De dónde salió tanta chusma?

jueves, 22 de octubre de 2015

Más y más árboles


En cada acto importante de tu vida, planta un árbol

Carlos Kasuga, empresario mexicano



Amo Curridabat. Este es mi pueblo. Aquí nací y crecí. Aquí vive mi familia y aquí yace mi madre.

Me emociona ver que gracias al esfuerzo de muchas personas, el cantón es más habitable. Sin embargo, como dicen los japoneses, siempre se puede mejorar. Se pueden tener mejores aceras, ríos limpios, festivales culturales, electrificación subterránea y casas sin rejas.

¿Iluso? Sí, incurable. El hábito de soñar como un niño no se me quita. Se puede transmitir la rica historia del pueblo de una manera viva. Sus costumbres, sus “gentes y gentecillas”. Y muy especialmente, siempre se pueden sembrar más árboles. Todo lo que he mencionado lo podemos empezar hoy. Sin embargo requiere esfuerzos mayores y trabajo conjunto. El asunto de la reforestación es relativamente sencillo porque nuestros suelos son muy generosos. Con poquito que les demos, nos recompensan con mucho. Una tarea de largo plazo, eso sí. Sin embargo me estimula esta poderosa frase que leí, y que se le atribuye a Martin Luther King: “Si yo supiera que el mundo se acaba mañana, todavía hoy, plantaría un árbol”.

Nuestra Municipalidad ha rehabilitado más de 95 parques en todo el cantón, nos cuenta el alcalde Édgar Mora en este mismo periódico (abril 2015). En este irregular invierno, yo me ofrezco a sembrar al menos un árbol en cada uno. Ya empecé, junto a mi mejor amiga. Me ofrezco de voluntario para recorrer y reforestar los cuatro distritos. Que cada calle sea un lugar de embeleso. Que provoque deseos de pasar, estar y quedarse, salir a caminar, como en el bulevar de Rohrmoser.

Me ofrezco de voluntario pero acepto ayuda. Bienvenidas las empresas privadas y estatales que deseen seguir el liderazgo de Bioland y la fundación Árboles mágicos. Estudiantes, amas de casa, niños, ancianos, tirios y troyanos: ¡unámonos!

Unámonos para poblar jardines, los márgenes de los ríos y de la línea del tren de espavel, quebracho, higuerón, roble de sabana, lorito, guayacán, cocobolo, carao, el majestuoso cortez negro, o algún otro de la innumerable lista de árboles nativos con los que la naturaleza nos ha premiado y bendecido. Más y más árboles nos permitirán obtener más sombra, más frutos, más colores, más sueños, más música, más aves, más ardillas, más solaz, más pasión, más felicidad, más magia, más agua, más alegría, más vida y más poesía.



El Monitor, (periódico cantonal). Octubre 2015
La República, viernes 25 agosto de 2017