martes, 27 de marzo de 2018

¿De dónde salió tanta chusma?






Siempre he procurado expresarme usando un lenguaje positivo. Me habría encantado escribir un artículo como el de “Tener clase” de Manuel Vicent.

Lo intenté pero no pude.

Y desde hace varios meses tengo estas palabras atravesadas.

Para empezar, recordemos que todo lo que hoy disfrutamos como país -y que no es poco- se lo debemos a nuestros abuelos y bisabuelos. Hombres y mujeres valientes, de enorme coraje, que supieron poner a la patria primero.

Algunas de esas herencias las hemos sabido conservar. Aunque también, muy a mi pesar, sobran ejemplos de lo contrario: en muchos aspectos nos hemos llenado de pobreza, no tanto material, sino mental y espiritual (que no tiene nada que ver con religión).

Basta con mirar fotos y escuchar discursos de generaciones pasadas para comprobar que hemos perdido garbo.

En la década de 1980 había una sección de un programa de nuestra televisión que se llamaba “El club de los mentirosos”. Consistía en que se presentaba un objeto cualquiera y cuatro panelistas decían para qué servía. De esas cuatro personas, solo una decía la verdad y el participante debía adivinar quién era.

Ello dejó de ser un entretenido concurso para volverse parte de nuestra vida cotidiana. En mi criterio, agarró fuerza a partir del 2007, con el referendo por el TLC. De parte de ambos grupos se inventaron historias que rozaban lo absurdo.

Estas elecciones han sido el purgante, pero como lo detallo posteriormente, hoy el irrespeto y el descrédito se han vuelto monedas de uso corriente.

¿Cómo hacemos para que los candidatos a la presidencia entiendan que están ahí solamente por un hecho fortuito? No son dioses del Olimpo ni han sido ungidos por nada ni nadie. El que resulte electo será, como lo establece el artículo 11 de nuestra Constitución Política: “simple depositario de la autoridad, obligado a cumplir los deberes que la ley impone y no puede arrogarse facultades no concedidas en ella (…)”

Ocupará, igual que los diputados, un cargo de responsabilidades y requisitos inversamente proporcionales.

De todo esto me preocupan básicamente dos cosas: la actitud arrogante de los candidatos y el desprecio hacia los demás: de un lado, “alguien que ha sido derrotado tres veces” y del otro, “a las mujeres en vestido de danza no se les ve lo más importante”.

El segundo aspecto, que es en el que me quiero enfocar, es la malacrianza y la ordinariez de muchas personas contra los candidatos contrarios y entre nosotros mismos, “compañeros de país” como acertadamente lo menciona Hernán Jiménez, a lo que yo agrego: compañeros de un viaje extremadamente corto.

Antes de la primera ronda era todos contra todos. Ahora, por razones obvias, se redujo a los Alvarado. Tirios y troyanos en ambos bandos con acciones y palabras casi fundamentalistas.

Una cosa es la chota, burla ingeniosa y otra es lo que hemos visto en los últimos lustros, donde nadie puede tener gustos diferentes porque sale ferozmente atacado, en muchos casos, por gente cercana. La política -repito- fue el detonante. Podemos citar cualquier otro asunto, el que ustedes quieran: música, libros, películas, deportes, historia, mascotas, nubes o líquenes.

En un mundo ideal, celebraríamos esas diferencias. Ahora desearía que al menos fuéramos capaces de ignorarlas y seguir nuestro camino. Cada día nos cuesta más.

Con la unión de la política y las redes antisociales tenemos lo peor de los dos mundos. Estoy harto, al igual que ustedes, de esta campaña en la que hemos visto amistades -tal vez de bastantes años- deterioradas o rotas, familias divididas y miles de personas resentidas por tantos golpes bajos.

A unos cuantos seguidores de Fabricio, que probablemente se saben la Biblia de memoria, se les olvidó el amor al prójimo y la regla de oro.

Del mismo modo, a más de un simpatizante de Carlos (por ende, del PAC y su alter ego, la “Coalición por Costa Rica”) tampoco parecen importarle mayor cosa las normas básicas de convivencia y se ha dejado decir cada verso que solo recordarlo da pena ajena.

Termino diciendo que, como votante indeciso me duele ver a mi país cada día con más daños consecuencia de esta avalancha de sinvergüenzas, violencia, insultos sin tregua y gestos tan innecesarios. Cada día, Costa Rica amanece más hundida, saqueada y prostituida.

De todo esto me surgen algunas preguntas: ¿Qué pasó con la cortesía que nos caracterizaba? ¿Con el “pura vida” genuino? Y la que me resulta más dolorosa: ¿De dónde salió tanta chusma?

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