miércoles, 31 de julio de 2019

¿Qué nos pasó?


Los costarricenses tenemos muchas cosas buenas. Muchísimas. Sin embargo, en los últimos cien años, el buen gusto ha dejado de ser una de esas cualidades. Para sustentar mi afirmación, ofrezco 6 ejemplos.
El Gran Hotel Costa Rica: aun cuando el autor de estas líneas no es muy versado en estilos arquitectónicos, sí sabe distinguir lo estéticamente agradable. Y dicho hotel perdió después de esa remodelación millonaria.

La casa de los Leones, que quedaba en el Paseo Colón, frente al hospital San Juan de Dios. Primero fue la casa del doctor Eduardo Pinto, luego fue sede del Liceo Franco-Costarricense y actualmente, locales comerciales.
El teatro Variedades: en calle 5, entre avenidas central y 1 (en los mapas de Google aparece como “cine Antiguo”). Inaugurado en 1892. Lleva varios años cerrado. Se conserva la fachada. Por dentro, solo Dios y un grupito muy reducido de personas relacionadas con la conservación de nuestro patrimonio saben cómo está. Conociendo a mi gente, el día menos pensado, nos lo vamos a encontrar lleno de tractores (sin violines).
Media cuadra al norte, vamos a llegar a la antigua biblioteca Nacional. Desde 1971 es un parqueo y un crimen de lesa urbanidad.
Busquen las fotos de Manuel Gómez Miralles en Internet y se darán cuenta de por qué decidí escribir este artículo.
El teatro Apolo, es el único de mi lista fuera de San José. Se ubicaba en la esquina de calle 2 y avenida central de Cartago. Fundado en 1914, ahí se presentaron artistas de clase mundial: Libertad Lamarque, Julio Jaramillo, nuestro tenor Melico Salazar y Agustín Barrios Mangoré.

Fuente: https://caminantedelsur.com/2017/02/06/teatro-apolo-de-cartago-por-adricin-alarcon/

Y para rematar, el mamarracho de Cuesta de Moras, un cementazo de 21 pisos, del cual ni siquiera el encargado sabe cuánto va a costar. O mejor dicho, cuánto nos va a costar.
“Nos atuguriamos”, al decir de don Guido Sáenz, exministro de Cultura.
Y por favor, olvídense del argumento de que “es porque somos un país pobre”. Desigual, sí y dolorosamente cada vez más. Pero pobre, no. Nunca. Eso es una falacia. Pobres eran nuestros bisabuelos en el siglo XIX. Labriegos, sencillos, y en su mayoría, descalzos. Y así lograron darnos el Teatro Nacional.
Bueno, está bien. Digamos que sí, que somos un “país pobre”. Por un momento vamos a comprar ese discurso. En cuyo caso, con más razón, lo que debimos hacer era copiar el diseño del Parlamento de Austria. No, mentira, el ejemplo de Austria no sirve porque es un país rico y nosotros, uno pobre. Entonces hubiéramos copiado el de Hungría, para complacer a los que deseen seguir con esa cantaleta. Lástima que no lo hicimos, tendríamos una réplica del majestuoso Parlamento en Budapest, a orillas del río Danubio.
Grabémonos una cosa: nuestra pobreza no es material, sino mental.
Tenemos mal gusto, y como si eso fuera poco, nos contagiamos además de un mal más grave: la indiferencia. Cambiamos elegancia por parqueos y negocios chimoltrufia. O para concluir con palabras más refinadas, tomo prestadas las de don Arnoldo Mora, filósofo y. al igual que Sáenz, exministro de Cultura. Aunque fue en otro contexto (y acerca de una persona de cuyo nombre no quiero acordarme) se presta para cerrar este pesaroso escrito: [Costa Rica] “recibió herencias y entregó hipotecas”.

1 comentario:

  1. Les invito a ver el reportaje de ayer en el programa “7 días”, donde se explica el origen de este desastre.
    https://www.teletica.com/249536_san-jose-una-ciudad-fea

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