jueves, 9 de septiembre de 2010

Increíbles coincidencias


La Nación   ha vuelto a publicar una noticia sobre la anarquía que causan los “cuidacarros” en nuestro país.
Personalmente he llegado al punto de que ya nada de lo que lea o escuche al respecto me sorprende.
Sin embargo, confieso hay un detalle que sí me llena de estupor. Me tiene anonadado, absorto, patidifuso y un poco cariacontecido.
Son las increíbles coincidencias que existen entre los cuidacarros y los políticos. Veamos unas cuantas:
Ganan mucho y no hacen nada. La nota de la reportera Vanessa Loaiza menciona de un tipo que está en el Parque Nacional y afirma que en ese sitio se puede ganar entre ¢8.000 y ¢10.000 por cada jornada de ocho horas. Ahí, en el Parque Nacional, muy cerca de Cuesta de Moras. Ya por el hecho de estar en ese lugar, aunque sea durmiendo, se sienten con derecho a percibir ingresos.
Su descaro no tiene límites. Uno de ellos reconoció abiertamente que lo único que busca es plata para comprar droga.
No admiten competencia. Copio textualmente del reportaje: “Jorge Chacón, quien vigila autos en una acera del parque Nacional, en San José, relató que el pasado 16 de diciembre (día del Festival de la Luz) un colega hirió con un arma blanca a un hombre que pretendía trabajar en esa zona.”
Tienen la sartén por el mango. Los ciudadanos debemos apegarnos sin chistar a lo que ellos dicen, porque de lo contrario, aunque seamos más, nos va mal. Además a la hora de los reclamos no aparecen.
Venden lo que no les pertenece. Basta con ver el título del reportaje. Un individuo de apellido Moscoso pidió ¢500.000 por ceder toda la acera ubicada frente a la catedral de Alajuela. ¿No tendrá un combo que incluya el parque? ¿O un fin de semana en la casa de Pollo Macho?
Prometen y después no cumplen: las declaraciones del señor Porras (el del Parque Nacional) son un primor: “Yo vengo honradamente a trabajar, pero si se roban un carro, que se lo lleven (…)”
Se sienten imprescindibles. Creen que los necesitamos para vivir pero sin ninguna duda estaríamos mucho mejor sin ellos. Ese día del Festival de la Luz –un evento gratuito– cobraban hasta ¢2.000.
Un vigilante de Puntarenas quiere conformar una asociación en el Paseo de los Turistas. Ni pensarlo, sería la peor desgracia para el país: un sindicato de cuidacarros, haciendo bloqueos en los días soleados y exigiendo convenciones colectivas por los lluviosos.
Y de postre... “Cuando se vende una cuadra el resto de “cuidacarros” vecinos aceptan al nuevo inquilino y lo defienden ante la eventual llegada de otros trabajadores informales que quieran adueñarse del punto.” Eso es lo más triste de todo: que a pesar de las mil historias que ya conocemos, no falta quien los apoye y hasta los aclame.





El español, lengua muerta


 

Es cierto, hay 1.059 costarriqueñismos en la nueva edición del diccionario de la Real Academia, 705 más que en la edición anterior. ¿Y?
¿Estarán pensando los señores (y señoras, no vaya a ser) de la Academia Costarricense de la Lengua que ya con eso basta para asegurarle larga vida al idioma español en nuestro país?
Creo que no. Por el contrario creo que cada día que pasa cometemos asesinatos cada vez más crueles y despiadados contra nuestro idioma.
De la misma manera e igual impunidad con la que unos padres asesinan a su hija de 7 meses y nadie dice nada.
Para muestra, ¿podría alguien explicarme por qué el diccionario Espasa Calpe año 2000 registra voces como “beautiful people”?
Si me leyera Montaner, probablemente diría que soy víctima del antiamericanismo, pero no. Simplemente no puedo comprender por qué le dicen embajada americana a la de Estados Unidos o ‘serie mundial’ a la final de beisbol de ese país. Tontito, sí, puede ser y se los acepto, qué se le va a hacer. Pero antiamericano, eso jamás.
Gym, concert, movie, gay, party, date, beach, office, baby shower, birthday, outlet, mall, food court, coffee, “cidi”, slice, thank you, sale, for sale, cash, rating, store, loser, hands free, stand,  tienen su respectivo vocablo en español, pero algunos encuentran qué complicación y qué polada. Más cool decirlas en inglés. Of course.
Y eso es apenas la punta del iceberg.
Tampoco tengo nada contra el inglés. Es más, sé muy bien que si no lo hablo fluido no me van a contratar ni siquiera como recepcionista en el show de Cristina...
Pero que en una conversación en español empiecen a meter palabrejas en inglés, se me ocurre que es como ir a una boda con saco, corbata y en lugar de pantalón; un short bien corrongo.
Tenemos el caso de cierto periódico que cada mes saca un suplemento para que salgamos corriendo a comprar lo que está in.
Otros hacen una mescolanza de pronombres (tú, vos, usted...) que da miedo. [Si usted quiere lo puedes dejar apartado, como he escuchado a más de un persistente vendedor].
Por eso y muchas cosas más, estoy convencido de que nadie lo ha dicho mejor que la Chilindrina: “el español es un idioma tan bonito cuando se habla correctamente”.

Tribuna del idioma (La Nación) 1º de febrero del 2004.

¡Y dale con los "cuidacarros"!


La Nación ha vuelto a publicar una noticia sobre la anarquía que causan los "cuidacarros" en nuestro país.

Todos los hemos visto. Llega uno, cierra el carro y no hay nadie. Apenas nos vamos a ir, salen de una sombra o de una alcantarilla y exclaman alegremente: "Estaba bien cuidadito, varón".
Lo peor del caso es que la mayoría son unas pesetas de hombre que están para que los cuiden.
Por eso, aunque sea llover sobre mojado, déjenme contarles una experiencia que tuve con estos tipos.
Ocurrió en las afueras del Mall San Pedro. Yo iba con mis hermanas, que se bajaron a hacer una compra que no les tomaría más de 10 minutos.
Yo me quedé en el carro.
Regresaron mis hermanas, y ya nos íbamos, cuando, de repente, apareció...
¡El "guachi"!
–Son tres tejitas.
Le contesté que yo me había quedado en el carro, y me respondió:
–Ah sí, pero es por el campo.
Y le dije: –Enséñeme su nombre pintado en la calle y le pago.
Él me sugirió que mejor no me volviera a aparecer por ahí y, aunque no entendí qué más me dijo, me lo imagino.
Hace un tiempo, en estas mismas páginas dije que había que formar un frente común para acabar de raíz con este mal. Pero no funcionó. Los ticos seguimos domesticados y llegué a la conclusión de que jamás vamos a actuar en "plan Fuenteovejuna" para ponerle fin a esta plaga, que ya hasta nos llaman "limpios" si no les damos lo que piden.
Por eso creo que lo más conveniente es poner en práctica aquel adagio de "Si no puede contra ellos, únaseles" y que todos nos hagamos "cuidacarros". Viéndolo bien, solo ventajas se pueden obtener si eso pasa.
Eche pluma: cuatro millones de ticos ganando ¢150.000 al mes, por 12 meses, se obtiene un gran total de ¢7.200.000.000.000 netos, como nuevo ingreso anual de Costa Rica, que hasta en devaluados colones es una fortuna. Tanto así, que nos permitiría quitarnos la condición cariñosamente llamada desde tiempos ancestrales "país en vías de desarrollo".
También se acabaría la injusticia en la repartición del ingreso que tanto preocupa a los economistas.
Por otra parte, no sería necesario destruir los pocos edificios bonitos que quedan en San José para convertirlos en parqueos.
A eso súmele lo que se ahorraría el país al eliminar el gasto público en educación y tonterías de ese tipo. Pero eso no es todo: nuestra salud mejoraría notablemente por dos razones: 1) ese oficio no genera estrés y 2) está demostrado que la salud de los "cuidacarros" es envidiable pues no es cualquier persona la que se pega un sprint de trescientos metros, como hacen ellos varias veces al día, para alcanzar a los que se quieren ir sin pagar.
Y lo mejor es que todo eso se lograría sin molestarse mucho.

La Nación, 5 de junio de 2002

Oda al reguetontón


Olvídate del Concierto de Aranjuez
eso es cosa del pasado, tú lo ves
lo más bacano pa relajarse ahora es
este tu ritmo que te quema los pies
pa que pongas tu trasero en la pista tu sabes
voy a contar hasta diez
no, pensándolo bien mejor solo hasta tres
y arriba, arriba, arriba otra vez

Escucha bandolera lo que te voy a decir
el reguetón nació en Puerto Rico y Panamá
pa quedarse llegó, no se va a ir
oye ma, dime pa
vinimo a parisear y no pa dormir

Hazme caso mi pana, busca a una mujer
dale perreo hasta el amanecer
dale duro --es cachondeo puro-- la tienes que encender
y yo te aseguro que la vas a poseer

Y recuerda nena tú eres mi vieja
por eso te digo
perrea y perrea y no olvides esta moraleja
parisea solo conmigo
que soy tu pareja
y tu eres mi oveja
mi lírica es denbow del duro
el flow que te traigo no es para gente pendeja

Y no te preocupes si se te acabó la gasolina
un consejo yo te doy y vale más que de oro una mina
toma el teléfono y llama ya a tu vecina
invítala a tu casa a ver películas de Capulina
Febrero 2006

Somos confianzudos



Leemos los resultados de una pequeña encuesta de dos preguntas publicada el viernes 21 de abril en la sección “Idiosincrática de este periódico.
La primera pregunta es “¿Son los ticos muy confianzudos en el trato hacia las personas?”. La segunda: “¿De qué forma les habla a los siguientes tipos de personas?”
La respuesta de la primera es tajante: 88% contestó que sí. La segunda arroja respuestas bastante curiosas:
El 77% dice que trata de “usted” a las personas mayores y al 49% de personas de su misma edad. El 7% recurre al “tú o vos” para los mayores y 32% para sus coetáneos. El 14% dijo usar “ambas” para las personas mayores y un 16% para los de los mismos almanaques.
Pero aquí olvidaron una cuestión esencial: no es la edad entre las personas la que determina el que idealmente debería ser el modo de comunicarse entre sí, sino más bien la cercanía, el vínculo existente.
Esta es otra de las tantas cosas que lamentablemente no se enseña en nuestras escuelas.
No se enseña y debe de ser por eso que la gente no lo aprende. Entonces claro, hablan al tarantantán, a lo chancho chingo, es decir, a como salga, sin ni siquiera sospechar de los desatinos que están cometiendo.
Muchos hacen una mescolanza de pronombres que da miedo. [“Si quieres lo puede dejar apartado”, como he escuchado a más de un persistente vendedor].
Otra reacción lógica de no notar la diferencia entre ambos tratamientos es cuando se dirigen hacia esas personas y les da lo mismo Juana que Chana. “El 54% de los consultados aseguró que no les molesta para nada que un desconocido los trate de vos, mientras que a un 26% les incomoda un poco y solo al 18% le molesta mucho”.
El “usted” debe usarse entre las personas donde hay una jerarquía definida, personas que no se conocen o se ven poco, aunque hayan nacido el mismo día.
Pocas cosas resultan más patéticas que escuchar: “¿Qué me dijiste: regular o super?”. Y hablar de “tú” en nuestro lluvioso país es un ridículo muy difícil de superar.
Por ende, el “vos” queda reservado únicamente para dirigirse a los primos, compañeros, novia, colegas, cuñadas y amigas y todas las demás personas con las que mantenemos una relación de pellizquito en nalga.



http://www.nacion.com/ln_ee/2006/abril/21/pais16.html

En tiempos de crisis



Crisis, crisis y más crisis. ¡Aquí como todos los días! Esa palabra la oímos medio millón de veces por semana. La televisión y la radio le dedican considerable espacio. ¿Saben qué? Yo de mil amores me suscribiría de por vida (apenas pase la crisis, eso sí) al periódico que por una ocasión no le dé cobertura en su portada.

La crisis es real, está ahí –recortando empleos como atacada– cómodamente sentada (a veces se acuesta) sin indicios de irse.

En otras ocasiones se da unas grandes paseadotas en los carros blindados, con aire acondicionado, motor de 12.500 cc y pantalla de blueberry de esos gerentazos y “ceos” que le dieron vida y le abrieron la puerta para que entrara.

Sí, indudablemente la crisis se está paseando en todo el mundo.

Sin embargo yo me pregunto: ¿no le estaremos dando más importancia de la necesaria? ¿No será que entre más se menciona más fuerza coge? ¿No seremos capaces de hablar de algo distinto? Yo espero que sí.

Y como sería paradójico quejarse de la crisis y cruzarse de brazos sin hacer nada ante ello, permítanme brindarles una sugerencia. No es una ocurrencia, funciona y se ha demostrado ya por varios años. Es una idea muy sencilla que dejo disponible para quien la quiera: simplemente consiste en ponerse a escribir. Lo que sea, lo primero que se le ocurra. Las opciones son sumamente amplias: si usted tiene buena pluma puede empezar con un ensayo de cosas repetidas hasta la saciedad, como por ejemplo lo que nos va a pasar a todos si seguimos contaminando el planeta a este paso. Posible título: Una verdad hipócrita.

No obstante aquellos que nunca han escrito ni una cuartilla no tienen que preocuparse. Bastará con aprovecharse del camino que ya otros iniciaron y publicar El código Da Vinci en 20 páginas: para los que les da pereza leer más; 7 hábitos de los entrenadores altamente fanfarrones, Caldo de pollo para el alma de los liguistas, y así sucesivamente. Del mismo modo puede acudir al cuento, y ofrecerle uno al público vernáculo: De cómo tío Conejo descubrió el secreto.

Si le interesa la magia también hay mercado para usted. Suponemos que un libro de magia se llevaría varios tomos. ¿Qué nombre le pondremos? Aunque podría llamarse Jorge Sandoval, el príncipe de la hamaca, ese nombre no nos gusta ya que no resulta atractivo. Necesita uno más comercial, Larry Pocker o algo así. Si alguien decide hacer una película basada en su libro el éxito está asegurado.

A lo mejor lo suyo es la novela, entonces le sugiero El amor en tiempos de crisis. O por qué no sacar al Quijote del baúl y así como ha sido traducido al “espanglish”, podemos darle otro golpe peor que el que se llevó nuestro hidalgo con los molinos y adaptarlo a un público meta claramente definido, el pachuco: “En un chante de la Chaman, de cuyo nombre me da tigra acordarme…”
La Nación, 7 de abril de 2009

Cuchillo pa su pescuezo

Llego tarde con este comentario, yo sé. Pero no podía dejarlo pasar. Y con la selección eliminada del Mundial es más fácil hablar de otra cosa que no sea futbol. Sobre todo, es preferible.

Me refiero a una publicación de la periodista Karen Fernández Monterrosa, del Diario Extra el pasado 14 de febrero, donde relataba que “un grupo de cuidacarros se encuentra muy molesto con la Comisión Organizadora de los Carnavales de Puntarenas debido a la decisión de estos de cobrarles una cuota de diez mil colones para realizar dicha función”. Continúa la nota, textualmente: “Lo que molesta a los improvisados trabajadores es que consideran que este cobro es ilegal, pues las calles son públicas (...)”
Ahí está. Eso era lo que yo quería oír. Como dicen los abogados: a confesión de parte, relevo de pruebas. En mi pueblo esa frase se resumiría aún con más sencillez: es cuchillo para su propio pescuezo.
A mí me resulta sumamente curioso, por no decir incomprensible: es ilegal que les cobren a los cuidacarros porque las calles son públicas, y sin embargo los cuidacarros sí pueden hacerlo en idénticas condiciones.
¿Seguimos? Sí. “Por esta situación, José Guido Castellón junto a Yamileth Rivas Delgado, Alexander Calderón y Cornelio Sequeira Hernández se presentaron en la fiscalía de Puntarenas para poner la denuncia ante lo que consideran un abuso.”
Que alguien me explique, porque no entiendo el razonamiento de estos cuidacarros de marras. ¿Por qué no les pueden cobrar a los cuidacarros pero ellos sí pueden cobrarle a los conductores?
Que alguien me explique. Despacio y desde el principio, pues no sé ni siquiera dónde me perdí. ¿No es la misma historia del ganso y la gansa?
No pretendo agotar el tema, es la última de mis intenciones; ya que es bastante amplio. Se las trae. Hasta alcanzaría para rodar una telenovela. Un título podría ser Los cuidacarros también lloran.

La Nación, 1º de julio de 2006